
Tras un partido con un resultado en parte engañoso, ya que el Rayo recibió un castigo excesivamente severo para sus merecimientos, el Betis sigue su firme andadura; ya tiene 25 puntos y saca una ventaja de cuatro al segundo y cinco al tercero.
A este Betis incluso le acompaña la suerte. En efecto, cuando desarrollaba un juego gris y trabado con los madrileños, del que estos obtenían un ligero dominio, el Betis se encontró pronto con un gol de ventaja. No por ello cambió la tónica del juego; a los verdiblancos les seguían pesando las piernas; su juego era espeso; no controlaban el partido. Afortunadamente llegó el descanso.
El Betis salió con otro aire; y recién iniciada la segunda parte, un robo de Beñat al veterano Movilla en campo verdiblanco, terminó con un lanzamiento del vasco, tras cesión de Emaná, desde fuera del área, que se alojó en las redes de Cobeño.
En ese robo de Beñat y en su posterior golazo hay que situar la clave del partido. A partir de ahí, se fueron los nervios, la pesadez de piernas y todo cambió. Los béticos empezaron a jugar como saben, gustándose, recreándose en la suerte y, aunque el Rayo nunca se rindió, el juego fluía y los goles fueron llegando como consecuencia de la buena actuación de todos los jugadores. ¡Qué pena que el campo sea un patatal e impida a los béticos desarrollar plenamente el juego que llevan dentro!
No obstante, a pesar de la regularidad de Salva Sevilla; de la brillantez de Emaná, rematada con su gol de penalti a lo Panenka; de la entrega y puntería de Rubén Castro; hay que destacar la labor de Iriney, de Roqué y en especial de Dorado; ellos mantuvieron al equipo incólume en la primera parte de dominio rayista.
Se ha jugado un cuarto de liga y el Betis ya lleva un tercio de los puntos necesarios para ascender. De los cuatro partidos seguidos difíciles, ante rivales directos, ya se han sustanciado dos con seis de seis puntos. Hay que ir paso a paso, pero se puede decir que se va por el buen camino.
Libero