Granada 0-1 Betis. Vuelvo a Granada... en Primera

Treinta y cinco años más tarde el Betis ha vuelto a Granada a enfrentarse, en Primera División, con el equipo de la ciudad de Los Cármenes. Ya no existe el estadio de la carretera de Madrid. Lejos quedó Miguel Muñoz, entrenador (después de su exitosa carrera en el Real Madrid y antes de su buen periplo como seleccionador nacional) de aquel equipo lleno de buenos jugadores (Mazurkiewick, portero internacional uruguayo; Grande, el actual ayudante de Del Bosque; Castellanos; Megido, que luego ganaría la primera Copa del Rey con el Betis; Angulo, Chirri, Maciel, etc.) que, sin embargo, bajó a Segunda División. El Betis de Ferenc Szusza, Esnaola, Alabanda, López, Cardeñosa, Cobo, Anzarda, Ladinsky, Rogelio, etc., empató a cero aquella temporada en Los Cármenes y terminó clasificado en sexta posición.

Esperemos que este año el equipo verdiblanco haga tan buena temporada como aquel año, aunque quede incluso algo más atrasado en la clasificación.

Los comienzos permiten ser optimistas, pues el Betis compareció en el nuevo Los Cármenes, fiel a su estilo de la temporada pasada, con idéntica columna vertebral, con ganas de llevarse el partido, y con un entrenador que sigue valiente (oportunidad a Vadillo, que respondió bien, y a Alex Martínez) y que como casi siempre acertó en el planteamiento y en los cambios. Se puede ser optimista porque este Betis tiene buenos jugadores, con clase y veteranía, que tienen ganas de demostrar que sirven para jugar dignamente en Primera División.

Tras los minutos de tanteo el equipo verdiblanco fue haciéndose con el control, aunque ello no evitara algunos sustos (remate de cabeza de Mainz a la salida de un córner, al que responde Casto con un paradón en el minuto catorce; providencial Mario en el veintinueve). No obstante, el Betis, basado en una sólida y segura defensa, que supo parar a los extremos franjirrojos (sobre todo a Dani Benítez) y en extremos (Vadillo y Montero) que fijaron a Nyom y Siquerira y les impidieron subir alegremente, desactivó la principal arma ofensiva granadinista, que tantos disgustos dio a finales de enero.

En la segunda parte, el Betis aumentó su presión, los robos se sucedieron y se hizo con el control absoluto del partido. Bien es verdad que no había oportunidades claras de gol (Rubén en el 27, Mario en el 36, Beñat en el 57, Salva Sevilla en el 70). El partido se jugaba en el campo granadino. El dominio bético devino apabullante. Si Jefferson Montero hubiera levantado la cabeza un poco, el partido se habría resuelto antes y con un resultado holgado. La entrada de Molina empezó a desatascar algo el ataque; y el zarpazo definitivo lo dio J. Pereira, recién salido al campo, que aprovechó una indecisión de la defensa local; se fue como una flecha hacia la línea de fondo entre rivales; levantó en su carrera dos veces la cabeza y vio a Rubén Castro cómo se iba hacia el primer palo; y el gallego puso el balón al goleador bético, que volvió una vez más a ser letal.

Estuvo bien el equipo de Mel, a pesar del árbitro. Nada de extrañar tratándose de Pérez Lasa. Dejó sin tarjeta amarilla a varios jugadores locales (en especial, Martins y Mollo) que hicieron entradas escalofriantes y de forma reiterada en algún caso. Eso de que nuestros árbitros protegen a todos los jugadores es falso. Solo lo hacen con el genial azulgrana aunque tramposillo e hipocritón. A los demás, nada de protección, aunque los del enlutado atuendo, como se decía antiguamente, son rápidos para sacar la tarjeta amarilla en casos de manos dudosas.

Ahora, a refrendar el resultado ante el Mallorca.

Libero.