Betis 2-0 Sporting. Por fin un poco de tranquilidad

En un partido en el que el Betis fue muy superior al Sporting de Gijón, hubo que esperar al tiempo añadido para que Jorge Molina dejara el encuentro sentenciado, y el beticismo pudiera respirar tranquilo, no solo por el resultado sino por el hecho de que era la tercera victoria consecutiva, que lleva al equipo verdiblanco a la zona templada de la tabla, acorde con su potencial real.

¿Por qué hubo que esperar tanto para respirar aliviados? Pues por una sencilla razón; porque si bien Santa Cruz y Molina marcaron en una de las pocas ocasiones que cada uno de ellos tuvo de chutar a puerta, ayer no fue el día de R. Castro. ¡Qué se le va hacer!

Anoche, a partir de la tercera ocasión fallada por Rubén, mi mirada se iba hacia el banquillo del Sporting; y la mente se me iba a mi adolescencia y juventud.

Antes de empezar el partido lo había visto; con su sonrisa de siempre; con más años, algo más de los sesenta; poco pelo y un poco castigado por la vida (hace cuatro años tuvo que luchar a vida o muerte contra el cáncer); antes de abrazarse a Pepe Mel (¿qué le diría éste: ¡qué grande eres maestro!?) en presencia de Preciado, cuando aún no había sonado el pitido inicial y en el descanso, atendía sonriente a todos los espectadores que se acercaban a las gradas próximas al banquillo gijonés a saludarlo. Ayer no vestía de corto; acompañaba a los jugadores de su equipo que iban a entrar en el campo, al que sin duda miraba con nostalgia. Sin duda recordaba el día que debutó en su Sporting; fue precisamente en el césped heliopolitano, perdiendo uno a cero, cuarenta y dos años atrás.

De ahí a la cima. Treinta y cinco veces internacional; cinco veces Pichichi (tres con el Sporting, que ya tiene mérito, y dos con el Barcelona); sexto goleador de la historia de la Liga (219 goles). Una sombra hay en su carrera, a mi modo de ver, que, vestir unos determinados colores (no importa tanto, pues luego volvió a su equipo), que sin embargo no impide que lo recuerde como sinónimo del gol y caballero del deporte. ¡Sombreros fuera! ¡Enrique Castro, Quini!

Sin duda que miraría nostálgicamente hacia el césped, sobre el que pasaban las de Caín unos chavales, ayer vestidos de rojo, que en nada se parecerían a los que tantas veces le acompañaron (su hermano, Castro, fallecido heroicamente intentando salvar a una persona de morir ahogada; Valdés, que perdió el peluquín en un partido televisado en la tele de blanco y negro, pero que se bastaba por sí solo para cubrir medio campo; el gaditano Mesa; Joaquín, Cundi, Ferrero, Churruca, los Ablanedo, etc. ), para enfrentarse al equipo verdiblanco de los Esnaola, Bizcocho, Biosca, López, Alabanda, Cardeñosa.

Pensaría que este simpático Sporting es más flojo que aquel suyo. A éste, un Betis ordenado (con un Casto que mantuvo al equipo imbatido, una vez más, en, al menos tres ocasiones; con Beñat e Iriney mandando en el centro; con Juanma destacado creando ocasiones de gol; y con un aprovechamiento del veinte por ciento de las ocasiones de gol que ayer se generaron) lo hundió más en el barro al que se refiere su buen entrenador Manolo Preciado.

De la nostalgia a la realidad que viene dada por una conclusión: los deberes están hechos en esta primera vuelta de cara a la salvación. Con este promedio en la segunda vuelta, la misión estaría cumplida; y todavía quedan dos partidos de la primera.

Libero